viernes, 27 de agosto de 2010

XALAPA, VERACRUZ


En realidad hay varios acontecimientos que debieron estar publicados antes que el viaje a xalapa; sin embargo, y haciendo una cita a MURAKAMI: "...múltiples ejemplos en este mundo me han demostrado que una aproximación ecléctica a las cosas nos acerca más a la comprensión de su esencia que una interpretación ortodoxa de las mismas." Por tanto, hoy decido brincar dos eventos hacia el futuro para después regresar y contarles sobre una exposición en el Franz Mayer.

Por motivo de trabajo tuve que viajar esta semana a puebla y xalapa; Más allá de estar en "la tapo" a las siete de la mañana, el viaje a puebla no presentó nada sobresaliente y sigo sosteniendo que puebla no es tan chula como la presumen.

Más o menos como a las seis de la tarde abordamos un autobús ADO clásico con destino a la ciudad de Xalapa. Desde elmomento en que puse mi pie en el primer escalón, un olor amargo se introdujo por mis fosas nasales y recorrió todo mi cuerpo sin lograr escapar de él; lo recorría..., cuando exhalaba lograba dejar salir un poco pero se revlovía con el aire encerrado en el autobús.

No tengo claro si es a consecuencia de la edad pero en los últimos viajes (en autobús)siempre consigo un grado de mareo que me mantiene en la frontera del vómito. Hasta hoy, no la he traspasado pero cada vez la siento más cerca.

Francamente, no podía distraer mi atención de aquél olor a baño recién usado.. La única forma de pensar en otra cosa era peor: Una señora que estaba no a más de dos lugares de mi asiento se mantuvo por tres horas y media que dura el viaje jalando mocos: jalaba.. platicaba, volvía a jalar.. cada vez con más esfuerzo, como si se acumulara una mayor cantidad y el peso requiriera aspirar cada vez con más intensidad.. yo pensaba-"no sería más fácil expulsarlos todos a un pañuelo?" tal vez sí, pero a ella no creo que le atrajera mucho esa opción.

El asco siguió así hasta llegar a la ciudad de las flores. Con mucha ansiedad bajé del autobús como queriendo escapar de algo, como si al pisar el suelo me equilibrara y todo volviera a la normalidad.

A y yo caminamos para comprar un boleto de taxi. El señor que nos lo vendió tiene el mismo peinado de la primer vez que lo vi, como si el tiempo no pasara en su vida.. me hace pensar que nunca duerme, que no se cansa ni come... ni hace pipí o popó... siempre está ahí con su raya a un lado perfecta, con su cadena de crucifijo que utiliza sobre la camisa y le funciona como pisacorbatas; siempre está mirando hacia abajo, corroborando que los boletos y los billetes mantengan el orden que les dio unos segundos antes, sólo levanta la mirada para preguntar "a dónde?" y al contestarle, vuelve a mirar sus manos, los boletos y los billetes; hábilmente cuenta, recoje el dinero, suma, resta, te da el cambio con el ticket y vuelve a inclinar la cabeza hacia abajo.

Llegamos a la fila del taxi y un joven nos indicó en cual subir. Le pidió al chofer nos abriera la cajuela... alcancé a ver un titubeo pero al final el chofer decidió salir... En el momento en que bajó, miré su cabeza rapada con una textura rara, vi su rostro, los brazos y descubrí que tenía la piel con diferentes tonos y texturas; cualquier mínimo gesto provocaba millones de arrugas por todas partes; tenía todo el cuerpo cubierto por cicatrices de quemaduras; volví a ver su rostro y los párpados inferiores le colgaban, eran un recipiente de lágrimas que no dejaban de desbordarse...

Nos subimos al coche y me senté justo en el punto del asiento trasero donde miras los ojos del conductor a través del espejo retrovisor.. Las lágrimas no dejaba de escurrir.. No podía mirar hacia otro lado, estaba conmovido tratando de adivinar cómo le habría sucedido ese accidente al señor... Nos preguntó a qué hotel íbamos y si sabíamos por dónde estaba.. Sin esperar nada le contesté: "fiesta inn" "rumbo a las trancas".. Él asintió y me explicó que luego se confunde con los hoteles de la ciudad.

Todo el camino miré sus ojos y las lágrimas que nunca pararon... pensé que podían ser una manera de decirle al mundo que no le deja de doler lo que le pasó...

Llegamos al hotel, el asco del autobús se había transformado en angustia y tristeza; el chofer se bajó, abrió la cajuela nos dejó tomar nuestro equipaje y nos deseó buen viaje... Hasta hoy todo ha salido bien.. pero no dejo de recordar nuestro cruce de miradas por el espejo...

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